Alfredo Eidelsztein

Función y campo de la topología en el psicoanálisis

“Pienso en usted. No quiere decir que lo pienso.
Acaso alguien recuerda que una vez hablé de una lengua en la que uno pudiera decir: amo en usted, con lo cual se conformaría, mejor que otra, el carácter de esa afección que se llama amor.”1

En un intento de responder a las preguntas que el título de este artículo regularmente despierta en los psicoanalistas que siguen las enseñanzas de Lacan, o sea: ¿Por qué y para qué la topología en el psicoanálisis?, sin hacer uso de explicaciones de la índole de aquellas que hacen hincapié en ideas como “gusto”, “inclinación” o “transferencia” de Lacan por las matemáticas, propongo preguntarnos lo siguiente: ¿cuáles son las cuestiones que en psicoanálisis obligan a abandonar la espacialidad del sentido común del contexto discursivo freudiano para considerar las elaboraciones espaciales no intuitivas de la topología combinatoria que Lacan propone para el psicoanálisis a lo largo de toda su enseñanza, al menos desde 1953 hasta 1980 y en especial en el último tramo de la misma? En sus términos, esta cuestión se responde mediante la fórmula: inmixión de Otredad.2 El primer término de la fórmula es neológico en francés y español e intenta traducir immixing, el término inglés utilizado en EE.UU. en 1966 por Lacan, y significa: mezcla que indistingue los componentes; con este término Lacan indica que nada del sujeto del inconsciente podrá ser considerado sin que se acepte que en su lugar también opera siempre el lugar del Otro; se trata, entonces, de una mezcla de lugares.

En la obra de Freud reina una concepción espacial del cuerpo en la que se lo considerada res extensa regida por el partes extra partes cartesiano, lo que quiere decir que las partes son todas exteriores las unas respecto de las otras. Pero Lacan, dada su concepción de la prioridad lógica del significante y el discurso, no comparte esta posición, en su lugar sostiene: “No se goza sino corporeizándolo de manera significante. Lo cual implica algo distinto del partes extra partes de la sustancia extensa.”3

Así como muchos de los máximos contribuyentes a la creación de la física cuántica no pudieron dejar de inscribir sus geniales descubrimientos “cuánticos” en la lógica de la física anterior a la cuántica, haciendo que los autores que les siguieron en la disciplina tuviesen que terminar de inscribir los logros de los primeros en la “física cuántica” que los segundos se encargaron de establecer constituyendo de este modo las nuevas lógica y perspectiva de la inédita física4; así en psicoanálisis, Freud, con todo su genio creador, no terminó de establecer, por ejemplo, las nuevas concepciones sobre la temporalidad y la espacialidad que le correspondían específicamente al inconsciente. Fue necesario el paso dado por Lacan.

La propuesta de este último respecto de las cuestiones que quedaron sin solución en la enseñanza de Freud son las siguientes: en relación al tiempo, estableció que el lógicamente necesario para el psicoanálisis es el de estructura circular –tal como Kurt Gödel propone el “bucle temporal” para física5, y tal como opera el tiempo para muchas civilizaciones distintas de la modernidad occidental6–, poniendo así en tela de juicio todas las evoluciones temporales lineales freudianas, tales como: “autoerotismo, narcisismo, amor objetal”, o como “oral, anal, fálico y genital”7. En cuanto a la espacialidad propuso que la concepción adecuada al psicoanálisis es la que resulta de la incorporación masiva a la teoría psicoanalítica de elementos de la topología combinatoria8, aquella desarrollada hace ya más de un siglo.

Para pensar las relaciones entre las enseñanzas de Freud y de Lacan podemos aprovechar la forma en que Julián Marías plantea la “filiación intelectual” de Aristóteles respecto de Platón: “inexplicable sin él, irreductible a él”9. Es en las concepciones del tiempo, del espacio y hasta de la función de las matemáticas en los discursos sobre los hablantes, donde la irreductibilidad de Lacan a Freud se hace evidente e indiscutible.

Aboquémonos al estudio de la cuestión de la espacialidad correspondiente a la teoría y práctica del psicoanálisis. Lacan distingue netamente toda consideración sobre el inconsciente y su sujeto de la percepción, del aparato neuronal y de las vivencias o experiencias de satisfacción o insatisfacción y propone concebirlo como un “saber no sabido” y lo articula como el “discurso del Otro”, consecuentemente se produce como derivación lógica lo siguiente: el inconsciente ya no puede ser interno de nadie pero tampoco algo que no sea exclusivamente particular. El problema radica en cómo entender esta particularidad para que no se la reduzca a la simple individualidad de nuestra ideología contemporánea.10 La solución propuesta por Lacan comporta una verdadera subversión del sujeto: ¿cuál? Sólo advendrá el sujeto del inconsciente en su particularidad si se lo concibe en un lazo con el Otro en un discurso que también se caracteriza por ser lazo con un Otro. En ambas instancias los dos lugares se postulan en inmixión espacial.

A esta altura del desarrollo del argumento se hace necesario hacer dos consideraciones.

Primero: se debe abandonar en psicoanálisis y en función de la enseñanza de Lacan toda concepción de lo interno y lo externo en la consideración de la relación sujeto ($) y Otro (A/). Esto es: se debe establecer una distinción radical de: a) la cadena significante y su oquedad11 (béance), b) del discurso, c) de la función sujeto del inconsciente y d) del objeto a de la interioridad del cuerpo biológico, allí donde Freud consideró que se localizaban el manantial de las pulsiones y el aparato psíquico.

Las entidades tridimensionales, las únicos objetos considerados reales por el sentido común aristotélico medieval12 que reina en nuestra cultura, no son adecuadas a las concepciones lacanianas de los objetos con los que opera el psicoanalista en su clínica. Como un ejemplo de esto último, propongo recordar que cuando Lacan crea el “plus-de-gozar” (no “plus de goce” como algunos dicen o escriben) lo hace proponiendo una sustitución de la energética freudiana, que opera con cantidades de energía provenientes de la realidad y del interior del cuerpo, siendo las últimas las más importantes en el sistema freudiano, por una economía política13 recordando nosotros que “economía” significa ley o norma de la casa o hacienda y “política” la organización social (en su etimología: las cosas que conciernen a la ciudadanía14). Nada menos individual y biológico o corporal tridimensional que la posición de Lacan.

Dado que para Lacan, y para no citar más que algunos casos paradigmáticos, el yo es la imagen del otro, el inconsciente el discurso del Otro, el deseo del hombre el deseo del Otro, el ideal del yo es ideal de Otro, I(A), y el yo ideal es imagen del otro, i(a), el síntoma es significado del Otro, s(A), que la pulsión se escribe ($<> D) y que ni “$” (el sujeto dividido por efecto del significante), “” (en relación con) y “D” (la demanda) pueden ser biológicos o internos al cuerpo tridimensional y que su recorrido se realiza en el campo del Otro, lo oral es demanda al Otro y lo anal la demanda del Otro, etc., le es necesaria una geometría que opere con objetos (superficies) en los que se pueda plantear la inmixión de las mismas; por ejemplo, que “lo central” de una de ellas (el sujeto) consistiendo en una oquedad, es ocupado por la otra (el Otro) y viceversa como sucede en la interpenetración de dos toros. Sólo así se puede comprender la fórmula: “uno recibe su propio mensaje desde el Otro” y operar con el objeto a concebido como equivalente a un hueco en una superficie.

Todo el desarrollo en torno a los tres registros que Lacan propone para el psicoanálisis que rigen su elaboración en los últimos diez años de enseñanza lacaniana, está signada por el trabajo con la lógica del nudo borromeo, donde la “interpenetración” de lo simbólico, lo imaginario y lo real por los otros dos es la ley fundamental.

Segundo: si el inconsciente está estructurado con un lenguaje, si no hay realidad más que discursiva, si el fantasma es el marco de la realidad, el objeto a se caracteriza por estar extraído de la misma, y el gozo15 (jouissance) por estar interdicto (inter-dicto: entre dos lugares enunciativos) y reprimido secundariamente16, entonces también es requerida una geometría como la topología combinatoria para dar cuenta de cómo se puede operar con objetos bidimensionales (superficies) que, a su vez, puedan autopenetrarse como en el caso del cross-cap, lo que es imposible en la geometría euclidiana que utiliza Freud. La autopenetración es la contradicción pura del partes extra partes.

Evidentemente, si en psicoanálisis no se distingue entre las lógicas de los legados de Freud y de Lacan y se considera como fundamental un goce concebido como emanando del cuerpo propio, cuya propiedad es ser de origen no lenguajero en coincidencia con la satisfacción de la pulsión freudiana, entonces la topología es absolutamente innecesaria y pasa a ser requerida una cierta “biología lacaniana”.

Cada psicoanalista elegirá, sabiéndolo o no, entre cada una de estas perspectivas y su práctica, inclusive su “propio” lugar en la experiencia estarán profundamente determinados por su elección, sin que nadie pueda garantizarle cuál es la correcta.

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1. Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aun, p. 127, Paidós, Barcelona, 1981; subrayado mío.
2. Lacan, Jacques. “Acerca de la estructura como mixtura de una Otredad, condición sine qua non de absolutamente cualquier sujeto”, Acheronta Nº 13-, 1966.
3. El Seminario, Libro 20, p. 32.
4. Cf. Aczel, Amir D. Entrelazamiento. El mayor misterio de la física, Drakontos Bolsillo, España, 2008.
5. Cf. Goldstein, Rebecca. Gödel. Paradoja y vida, pp. 226-227, Antoni Bosch editor, Barcelona, 2005.
6. Cf. Vernant, Jean Pierre. Mito y pensamiento en la Grecia antigua, pp. 53-58, Editorial Ariel, Barcelona, 1993.
7. Cf. Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 10, Clase XXII: De lo anal al ideal.
8. Cf. Fréchet, M. y Fan, K. Introducción a la topología combinatoria, EUDEBA-Cuadernos (7), Buenos Aires, 1974.
9. Aristóteles. Ética a Nicómaco, Introducción de Julián Marías, p. XI, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002.
10. Cf. Dumont, Louis. Ensayos sobre el individualismo, Alianza Editorial, Madrid, 1987.
11. Cf. Gárate, I. y Marinas J. M. Lacan en español. [Breviario de lectura], Cap. Oquedad (Béance), Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2003.
12. Cf. Koyré, Alexandre. Estudios de historia del pensamiento científico, Cap. “Galileo y la revolución científica del siglo XVII”, p. 184, Siglo Veintiuno Editores, México, 1977.
13. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 16, pp. 30 y 31, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008.
14. Cordero, Néstor L. La invención de la filosofía. Una introducción a la filosofía antigua, p. 164, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2008.
15. Cf. Gárate, I y Marinas J. M. Lacan en español. [Breviario de lectura], Cap. Gozo (Jouissance), Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2003.
16. Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aun, p. 76.

* Artículo publicado en la revista nº 120 de Imago Agenda, en junio de 2008.